Hoy 18 de mayo, día de nuestro 29°
aniversario de matrimonio, partimos nuevamente los de siempre en pos de una
aventura que nos llevará a dos continentes y un sinfín de ciudades que con
mucho placer les iré narrando para que sus papilas degustativas y sus muy bien
perfiladas imaginaciones y sentidos culinarios disfruten al igual que nosotros
en vivo y en directo (como se decía en
mi época, pues ahora se usa un lenguaje virtual).
Como de costumbre, paso obligado por el VIP
del Aeropuerto de Lima donde unos doble JWB me pusieron a tono para subir al
avión de LAN que nos llevaría a Madrid. Allí cambiaríamos de nave para seguir
vuelo hacia la ciudad de Estambul.
Sobre el vuelo siempre tengo que resaltar
la amabilidad de la tripulación de Business. Nunca fallan; siempre prestos a
complacer el menor de tus deseos. Esta vez no fue la excepción. Es más, superó
con creces… Muy buen scotch on the rocas mientras aguardábamos todos los
procedimientos de rigor y para aliviar el mal humor de la demora en subir al
avión (que fue de 90 minutos por problemas que cuando preguntas nadie sabe,
pues ensayan diferentes respuestas que terminas tan confundido que al final
prefieres callar).
Hoy fue un día negro en cuanto a lo
culinario: solo estuvo bueno el queso y el pan de la cena que obviamente no es
hecho por ellos. El resto, incomible. El lomo, seco; el pescado, seco; las entradas
sin imaginación alguna y los postres ¡los mismos de siempre! ¿Cuándo van a
cambiar, por Dios Santo? La verdad, el servicio de comidas de la clase Business
fue una cena de última categoría, ¡muy mal LAN! Se los relato pues ya en el
anterior viaje le hice llegar mis comentarios al Presidente del Directorio
alertándolo al respecto, pero veo que tomó a la ligera mis consejos de buena fe,
así que atentos mis queridos amigos porque si no mejoran su calidad nos iremos
en otras líneas aéreas.
Salón Cibeles, Terminal 1, Aeropuerto de Madrid-Barajas |
Como relaté, debido a la demora tuvimos
que tomar prisa para llegar a tiempo y tomar la conexión, dado que hubo que cambiar de
terminal y todo el cuento de la poli, aduanas, etc. Felizmente hubo tiempo
hasta para pasar al salón Cibeles de la Terminal 1, donde nos restauramos
un poco para calmar el hambre y
recuperar fuerzas, pues casi tampoco desayunamos dado que el omelette vino de color
verde, seco y poco apetitoso, ¡sin contar que el jugo era de caja! los jamones estaban
secos y el pan poco imaginativo. Francamente, ¿qué le pasó a LAN, que siempre
la he alabado? Tengo que resaltar que la hostess que nos atendió era un amor de
persona. Tuvo hasta la delicadeza de dejarme una bombonera llena de chocolates
mientras dormía, como justificándose por el vía crucis culinario que nos
hicieron atravesar. Sólo espero que en el vuelo de regreso dentro de 45 días
las cosas hayan mejorado, ya que hemos escrito una carta de reclamación
relatando todo lo que ya les conté.
¡Qué diferencia! Apenas subimos al avión
de Turkish Airlines nos recibieron con jugos naturales de naranja con trozos de
naranja, y de fresa con fruta aromatizada a la hierbabuena. También había cava
para los que querían entregarse a las virtudes del buen dios Baco. Todo bien
fresco y sobre todo ¡natural! Si querías había otras opciones como jugo de
tomate, gin, vodka, bourbon, raki (que es la bebida nacional turca), whisky,
cerveza Calsberg o la Efes Pilsen (que es buenísima), vinos internacionales, etc.
Enseguida nos pasaron de abrebocas unas gomas cuadradas de pistachos para abrirnos
el apetito que estuvieron, por decir, geniales.
Comenzamos la cena (6pm) con un par de medallones
de pavo especiado y suave sobre un alucinante puré rústico o artesanal de zucchini
ahumado (que nunca había probado y que os juro que incluiré con un congrio
rostizado en alguno de mis restaurantes). Acompañaba este manjar un pesto de albahaca
y piñones asados, arúgula y lechuga amarga que complementaban perfectamente el
dulzor de lo anterior. Para que todo fuera celestial le agregaron al plato un
par de trozos en juliana gruesa de una berenjena lujuriosa, pecaminosa y
sublime por su sabor, resultado del buen tratamiento que recibió antes de
terminar en mi paladar; tomates cherries y la mejor ensalada de judías verdes
estofadas al aceite virgen que vino como celoso guardián de esta estupenda entrada.
Todo perfecto, todo justo, todo al dente, todo bien sazonado, todo bien
equilibrado, todo como debe ser… ¡por la puta madre, LAN!
Un Buen Kavaklidere Vin&Art |
Para acompañar elegimos, entre varias
opciones, un estupendo Sauvignon Blanc turco de apellido Kavaklidere Vin&Art (una muy buena elección que mantendremos durante toda esta jornada).
Como era de esperar, los platos principales
no defraudaron sino más bien confirmaron lo primero: ¡que estábamos en manos de
gente que sí sabe atender en Primera Clase! Gente profesional que va más allá
de lo que estamos acostumbrados a recibir por el huevo de plata que cuestan los
pasajes en el Perú, con todas sus penalidades inventadas solo para exprimirnos
hasta la última gota de aceite de oliva extra virgen que tiene mi cuerpo a
medias con alcohol (2.5 litros de cada uno), o como diría Chesperito: “hasta la
última gota de sangre”.
Volvamos a los nuestro: nos llegaron unos
langostinos crocantes - ¡sí señores, crocantes y jugosos! - acompañados de una
suave y sutil salsa de tomates, con arroz pilaf salteado en mantequilla y
espinacas de muy buena factura y ¡en su punto de cocción! Yo elegí carne de cordero, que vino en forma
de unas pequeñas hamburguesas ovales y ¡la acerté mil veces! Magníficamente
sazonadas al estilo turco, término medio como me gustan, acompañadas de un
bulgur ligeramente saborizado con salsa de pimentón. Para redondear el plato,
unas verduras grilladas a la perfección. ¿Cómo lo hacen? Pues muy simple:
tienen miles de años haciendo manjares y honrando el producto, no
descuartizándolo y mancillándolo como otros que no quiero ni mencionar porque
me voy a indigestar.
De finale un
profiterol de chocolate relleno de crema inglesa bastante bueno, además de quesos
variados y muy bien escogidos: un parmesano envejecido, un camembert maduro con
la pera, y un tilsit que me hizo añorar mis pasos de estudiante por la bella
Suisse. Café turco, té, chocolate caliente, finos licores, nueces y avellanas
para terminar y fíjense lo refinados: te pasan una toalla caliente antes de
cenar y otra al finalizar el evento gastronómico. Por mí vale un aplauso de pie
y por 29 minutos que duró esta cena; quedo extasiado, como después de un
orgasmo múltiple, vale decir en paz, tranquilo, contento y deseoso de conocer
lo que viene por delante en este primer stop: la bella, la enigmática, la milenaria,
la súper cuidad donde se come las 24 horas del día manjares y… su nombre es…
Estambul, donde llegaremos en unas tres horas más para alojarnos por los
próximos cuatro días en Le Méridien, un lujoso hotel mirando al Bósforo y donde
nos aguarda el destino ¡con cuchillo y tenedor!
Vista Aérea de Estambul |
Solo quiero hacer una ultima mención a
Turkish Airlines. Tienen a disposición de los pasajeros diferentes opciones de
menús solo con un requisito: pedirlos al menos con 24 horas de anticipación. Son
los siguientes: menú vegetariano, asiático, para bebes, menú blando, menú frío,
torta de cumpleaños, menú para diabéticos, de frutas, libre de gluten, menú
vegetariano hindú, koscher, bajo en calorías,
bajo en sal, muslim, sin lactosa, vegetariano crudo, de mariscos todo,
vegano, lacto ovo vegetariano, vegetariano oriental y un par que no recuerdo en
este momento… ¿¡No es increíble!? Todos estos adicionales o los tradicionales
que ofrecen como el que hemos cenado hoy.
Muy recomendable: un menú amplio y de
altura, totalmente a la altura. Lo disfrutarían.
¡Abróchense los cinturones!
Ya les contaré de Estambul, la ciudad
restaurante…
Bon Appétit!!!
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