Arribamos al puerto del Principado de Mónaco como a las 7 de la mañana, concluyendo nuestro crucero a bordo del excelente barco Spirit de la línea Silversea, para dar comienzo a la segunda travesía de este viaje principesco.
Una Muestra de Nuestra Cena en el Barco |
Del puerto tomamos taxi a nuestro primer hotel, que es el Marriott Rivera de Port Cap d’Ail, donde pernoctaríamos la primera noche por imposibilidad de quedarnos ese día en el siguiente hotel. Este hotel, el Marriott Rivera, está frente a una impresionante marina llena de lujosos yates de diferentes marcas y tamaños, todos ellos muy hermosos, tanto que bien vale la pena incluir un paseo a pie en el plan del día (cosa que cumplimos a cabalidad).
Después del check-in matutino enrumbamos en un taxi al Principado (15 euros), que me parece que debe ser la primera visita. En el caso de nosotros y de nuestros compañeros de viaje, ya hemos estado en algunas otras oportunidades por estos lares, pero siempre es agradable repetir lo que vale la pena repetir. Así que volvimos al Museo Oceanográfico Albert I, donde nos regalamos la vista con un nuevo piso dedicado a la historia de la exploración y un ala nueva dedicada a los tiburones.
Museo Oceanográfico Albert I |
Pequeña pasada por la Catedral de Mónaco para rendirle respeto a la Princesa Grace y a todos los antepasados del actual Príncipe Alberto II. Un breve paseo por el Palacio Real con obligada caminata vagando por sus pintorescas calles, disfrutando de ellas y de las magníficas vistas que brindan hacia Montecarlo, con su famoso casino y muelles por doquier. Para terminar esta visita (a la que le pueden dedicar media mañana o media tarde) sugiero almorzar en uno de los tantos bistrós del principado, todos ellos bastante cumplidores y para todos los bolsillos.
Caminando por esas rutas nos jaló el ojo uno de ellos, de apellido Tony 5 (rue Comte Félix Gastaldi, Monaco-Ville), que ofrecía en su pizarra - como plat du jour - un gigot d'agneau aux pomme de terre et légumes que sedujo inmediatamente a tres de nosotros, dando un empate que el resto del grupo aceptó de buen agrado.
Gigot d'Agneau |
Para beber: cerveza Monaco. De picar: rollos de pasta phyllo rellenos de queso de cabra con miel (o llamada también Salade du Bergère) que acompaña una ensalada de lechugas con un multicolor abanico de pimientos asados. Otra es la Farandole Monégasque (una especialidad local de verduras de temporada), perfecta para el buen clima que hacía.
Salade de Bergère |
De principales: spaghetti con homard (langosta local), filet blanc de pollo de Bresse (que acompaña una salsa de cepes) y, por supuesto, los corderos al horno que son uno de los platos más típicos de la cocina francesa. Cocinan estos tiernos corderos (piernas) los franceses, italianos o españoles; al horno, con espléndidas hierbas de la Provence y buen vino. De los huesos hacen una demi-glace que enriquece el plato. Lo acompañan de verduras de primavera y pequeñas papas cocidas y salteadas con piel en aceite de oliva. Realmente un estupendo plato que no tiene pierde nunca. Pídanlo cuando puedan, a ojos cerrados.
Spaghetti con Homard |
La cuenta por 6 personas: 300 euros (que no es caro, considerando que estás almorzando nada menos que en el Principado de Mónaco).
Esa tarde nos fuimos a disfrutar de la piscina del hotel y de todas las facilidades propias de esta cadena internacional.
Por la noche todos hicimos planes propios y románticos, por cierto: unos se fueron a caminar por las calles de Montecarlo, otros al casino y sus alrededores y nosotros - previo paso por el Carrefour local donde compramos morillas, quesos franceses (como el petit camembert), bâtons à croquer de salchichones locales, buen pan, otras delicias y fruta fresca - disfrutamos de la suite a plenitud hasta altas horas de la madrugada.
Por la noche todos hicimos planes propios y románticos, por cierto: unos se fueron a caminar por las calles de Montecarlo, otros al casino y sus alrededores y nosotros - previo paso por el Carrefour local donde compramos morillas, quesos franceses (como el petit camembert), bâtons à croquer de salchichones locales, buen pan, otras delicias y fruta fresca - disfrutamos de la suite a plenitud hasta altas horas de la madrugada.
A la mañana siguiente, como a las 10, el Hotel Meridien Beach Plaza ya había enviado una limousine a recogernos para alojarnos durante nuestro último día en este magnífico hotel ubicado en una de las mejores zonas de Montecarlo y que es quizá el único que posee playa privada.
Ya se imaginarán las habitaciones que nos había reservado y preparado nuestro querido amigo Don Manuel de Vasconcelos, GM y Director General, compañero mío de estudios en la bella Suiza (como ya se los había referido anteriormente): suites con vista directa al principado y a la bahía de Montecarlo y, por supuesto, frente al Mediterráneo: todo un lujo en palabras mayores.
Esa mañana decidimos tomar las cosas nuevamente con calma. Algunos tomamos por espacio de una hora un tour por la ciudad (Hop-on Hop-off) a un coste de 18 euros por persona, para luego volver al hotel y disfrutar de su magnífica piscina de agua de mar temperada o de su playa privada y su mar, entre otras comodidades.
No es un hotel barato, pongan atención. Si vienen a alojarse, un cuarto no les bajará de los 300 euros por noche (los más simples) y los consumos también son de cuidado: un vaso pequeño de cerveza vale 10 euros, un sándwich de pollo en el cuarto, 40 euros… y todo por el estilo. Pero tomen en cuenta dónde están alojados, así que mejor no piensen en el gasto sino más bien en el disfrute.
Interior de La Salière |
Por la noche se sumaron Manuel y su esposa. Nos fuimos a cenar a La Salière (28, quai Jean Charles Rey), un restaurante italiano muy bien considerado y con muy buenas críticas locales.
De aperitivos: vodka tonics y vino chablis.
De picar: burratina di Andria, vitello tonnato, pulpo grillado con berenjenas asadas, brusquetas clásicas y una pizza de trufas con mozzarella di bufala.
Mozzarella di Bufala |
De principales: calamarata con frutos del mar y albahaca; spaghetti de harina integral con pesto, langostinos y papa (¡que estaban de buenos!); unos gnocchi con salsa de espárragos y écrevisses; linguine con homard y espinacas; una pizza Le Estirate (llamada así por su forma y espesor) de tomate, ajo, crevettes y cepes (como para chuparse los dedos); otras de burrata, espectacular, estilo napoletana (que es más gruesa). También ofrecen otros tipos de pizzas, como las de harina integral; las farcies (que son rellenas), como una de mozzarella de bufflonne (búfala), tomate cereza y jamón San Daniele; otra de squacquerones, jamón crudo y arúgula; hay las fritas como la Montanara, que lleva tomate, albahaca, alcaparras, anchoas, parmesano; la Pancotto Fritto, que lleva espárragos, jamón cocido y ricotta y, por último, las Skizze, como la de trufas negras con queso Crescenza, entre otras igualmente ricas además de muy originales.
Pizza de La Salière |
De postre: bizcotelas, bombitas de crema y chocolate, buen café y bajativos, más dos botellas de vino. Total: 450 euros por 8 personas. Bien pagados.
Esa noche nos fuimos al Casino de Montecarlo que, a mi parecer y a pesar de su inigualable palacio, ha perdido mucho de su savoir-faire. De mi última visita a esta, ya no exigen traje para los hombres ni no-jeans, entre otros requerimientos que había. Uno de ellos era pagar 10 euros la entrada para filtrar un poco a los turistas. Ahora entras como Pedro por su casa. ¡Han cambiado los tiempos, pelona! Igual la pasamos fenomenal y ¡salimos ganadores esta vez! Yo me llevé 500 euros a mi camita, para dormir como un angelito.
Cipriani, en Monte Carlo |
Recomendaciones de restaurantes que les dejo: Beef Bar (42 quai Jean Charles Rey); El Atrego y el famoso Cipriani (que queda en la Av. Princesa Grace); junto al hotel Meridien hay un restaurante thai que también recomiendo; en el principado hay un par también recomendables, como el Castelroc (frente al palacio) y el Montgolfière.
Bueno, mis queridos amigos, aquí termina esta crónica. Ya estamos en el aeropuerto de Niza para tomar vuelo hacia Barcelona, donde nos espera otra aventura culinaria. Solo les dejo otro tip: no vuelen en Vueling, a menos que solo tengan una maleta por persona. Por descuido de nuestra agencia nos habían reservado esta compañía y cobran 35 euros por la maleta extra, más 12 euros por cada kilo. En mi caso, por una maleta pagué 300 euros, así que se fue parte de la ganancia del casino... Easy come, easy go... Lo que llega fácil se va fácil... Eh, oui, l'argent: ça va, ça vient!
À la prochaine, my friends!
À la prochaine, my friends!
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