jueves, 23 de mayo de 2013

Camino a Estambul


Hoy 18 de mayo, día de nuestro 29° aniversario de matrimonio, partimos nuevamente los de siempre en pos de una aventura que nos llevará a dos continentes y un sinfín de ciudades que con mucho placer les iré narrando para que sus papilas degustativas y sus muy bien perfiladas imaginaciones y sentidos culinarios disfruten al igual que nosotros en vivo y en directo (como  se decía en mi época, pues ahora se usa un lenguaje virtual).

Como de costumbre, paso obligado por el VIP del Aeropuerto de Lima donde unos doble JWB me pusieron a tono para subir al avión de LAN que nos llevaría a Madrid. Allí cambiaríamos de nave para seguir vuelo hacia la ciudad de Estambul.

Sobre el vuelo siempre tengo que resaltar la amabilidad de la tripulación de Business. Nunca fallan; siempre prestos a complacer el menor de tus deseos. Esta vez no fue la excepción. Es más, superó con creces… Muy buen scotch on the rocas mientras aguardábamos todos los procedimientos de rigor y para aliviar el mal humor de la demora en subir al avión (que fue de 90 minutos por problemas que cuando preguntas nadie sabe, pues ensayan diferentes respuestas que terminas tan confundido que al final prefieres callar).

Hoy fue un día negro en cuanto a lo culinario: solo estuvo bueno el queso y el pan de la cena que obviamente no es hecho por ellos. El resto, incomible. El lomo, seco; el pescado, seco; las entradas sin imaginación alguna y los postres ¡los mismos de siempre! ¿Cuándo van a cambiar, por Dios Santo? La verdad, el servicio de comidas de la clase Business fue una cena de última categoría, ¡muy mal LAN! Se los relato pues ya en el anterior viaje le hice llegar mis comentarios al Presidente del Directorio alertándolo al respecto, pero veo que tomó a la ligera mis consejos de buena fe, así que atentos mis queridos amigos porque si no mejoran su calidad nos iremos en otras líneas aéreas.

Salón Cibeles, Terminal 1, Aeropuerto de Madrid-Barajas

Como relaté, debido a la demora tuvimos que tomar prisa  para llegar a tiempo y tomar  la conexión, dado que hubo que cambiar de terminal y todo el cuento de la poli, aduanas, etc. Felizmente hubo tiempo hasta para pasar al salón Cibeles de la Terminal 1, donde nos restauramos un  poco para calmar el hambre y recuperar fuerzas, pues casi tampoco desayunamos dado que el omelette vino de color verde, seco y poco apetitoso, ¡sin contar que el jugo era de caja! los jamones estaban secos y el pan poco imaginativo. Francamente, ¿qué le pasó a LAN, que siempre la he alabado? Tengo que resaltar que la hostess que nos atendió era un amor de persona. Tuvo hasta la delicadeza de dejarme una bombonera llena de chocolates mientras dormía, como justificándose por el vía crucis culinario que nos hicieron atravesar. Sólo espero que en el vuelo de regreso dentro de 45 días las cosas hayan mejorado, ya que hemos escrito una carta de reclamación relatando todo lo que ya les conté.

¡Qué diferencia! Apenas subimos al avión de Turkish Airlines nos recibieron con jugos naturales de naranja con trozos de naranja, y de fresa con fruta aromatizada a la hierbabuena. También había cava para los que querían entregarse a las virtudes del buen dios Baco. Todo bien fresco y sobre todo ¡natural! Si querías había otras opciones como jugo de tomate, gin, vodka, bourbon, raki (que es la bebida nacional turca), whisky, cerveza Calsberg o la Efes Pilsen (que es buenísima), vinos internacionales, etc. Enseguida nos pasaron de abrebocas unas gomas cuadradas de pistachos para abrirnos el apetito que estuvieron, por decir, geniales.

Comenzamos la cena (6pm) con un par de medallones de pavo especiado y suave sobre un alucinante puré rústico o artesanal de zucchini ahumado (que nunca había probado y que os juro que incluiré con un congrio rostizado en alguno de mis restaurantes). Acompañaba este manjar un pesto de albahaca y piñones asados, arúgula y lechuga amarga que complementaban perfectamente el dulzor de lo anterior. Para que todo fuera celestial le agregaron al plato un par de trozos en juliana gruesa de una berenjena lujuriosa, pecaminosa y sublime por su sabor, resultado del buen tratamiento que recibió antes de terminar en mi paladar; tomates cherries y la mejor ensalada de judías verdes estofadas al aceite virgen que vino como celoso guardián de esta estupenda entrada. Todo perfecto, todo justo, todo al dente, todo bien sazonado, todo bien equilibrado, todo como debe ser… ¡por la puta madre, LAN!

Un Buen Kavaklidere Vin&Art

Para acompañar elegimos, entre varias opciones, un estupendo Sauvignon Blanc turco de apellido Kavaklidere Vin&Art (una muy buena elección que mantendremos durante toda esta jornada).

Como era de esperar, los platos principales no defraudaron sino más bien confirmaron lo primero: ¡que estábamos en manos de gente que sí sabe atender en Primera Clase! Gente profesional que va más allá de lo que estamos acostumbrados a recibir por el huevo de plata que cuestan los pasajes en el Perú, con todas sus penalidades inventadas solo para exprimirnos hasta la última gota de aceite de oliva extra virgen que tiene mi cuerpo a medias con alcohol (2.5 litros de cada uno), o como diría Chesperito: “hasta la última gota de sangre”.

Volvamos a los nuestro: nos llegaron unos langostinos crocantes - ¡sí señores, crocantes y jugosos! - acompañados de una suave y sutil salsa de tomates, con arroz pilaf salteado en mantequilla y espinacas de muy buena factura y ¡en su punto de cocción!  Yo elegí carne de cordero, que vino en forma de unas pequeñas hamburguesas ovales y ¡la acerté mil veces! Magníficamente sazonadas al estilo turco, término medio como me gustan, acompañadas de un bulgur ligeramente saborizado con salsa de pimentón. Para redondear el plato, unas verduras grilladas a la perfección. ¿Cómo lo hacen? Pues muy simple: tienen miles de años haciendo manjares y honrando el producto, no descuartizándolo y mancillándolo como otros que no quiero ni mencionar porque me voy a indigestar.

De finale un profiterol de chocolate relleno de crema inglesa bastante bueno, además de quesos variados y muy bien escogidos: un parmesano envejecido, un camembert maduro con la pera, y un tilsit que me hizo añorar mis pasos de estudiante por la bella Suisse. Café turco, té, chocolate caliente, finos licores, nueces y avellanas para terminar y fíjense lo refinados: te pasan una toalla caliente antes de cenar y otra al finalizar el evento gastronómico. Por mí vale un aplauso de pie y por 29 minutos que duró esta cena; quedo extasiado, como después de un orgasmo múltiple, vale decir en paz, tranquilo, contento y deseoso de conocer lo que viene por delante en este primer stop: la bella, la enigmática, la milenaria, la súper cuidad donde se come las 24 horas del día manjares y… su nombre es… Estambul, donde llegaremos en unas tres horas más para alojarnos por los próximos cuatro días en Le Méridien, un lujoso hotel mirando al Bósforo y donde nos aguarda el destino ¡con cuchillo y tenedor!

Vista Aérea de Estambul

Solo quiero hacer una ultima mención a Turkish Airlines. Tienen a disposición de los pasajeros diferentes opciones de menús solo con un requisito: pedirlos al menos con 24 horas de anticipación. Son los siguientes: menú vegetariano, asiático, para bebes, menú blando, menú frío, torta de cumpleaños, menú para diabéticos, de frutas, libre de gluten, menú vegetariano hindú, koscher, bajo en calorías,  bajo en sal, muslim, sin lactosa, vegetariano crudo, de mariscos todo, vegano, lacto ovo vegetariano, vegetariano oriental y un par que no recuerdo en este momento… ¿¡No es increíble!? Todos estos adicionales o los tradicionales que ofrecen como el que hemos cenado hoy.

Muy recomendable: un menú amplio y de altura, totalmente a la altura. Lo disfrutarían.

¡Abróchense los cinturones!

Ya les contaré de Estambul, la ciudad restaurante…

Bon Appétit!!!