jueves, 4 de septiembre de 2014

La Isla de los Dioses: Bali.


Bali, la joya de Indonesia, es una isla por partida doble. En primer lugar, porque su territorio está rodeado de océano por todas partes, encajonado entre Java y Lombok, en el archipiélago de la Sonda. Y después, porque en un "bosque" de 13.000 ínsulas donde la religión mayoritaria es el Islam, su fe principal es el hinduismo.

Con su forma de pez panzudo - como los que los buceadores pueden admirar en sus arrecifes coralinos - Bali tiene la extensión de Cantabria y menos de cuatro millones de habitantes. Es decir, moverse por la isla es sencillo y cualquier desplazamiento de un extremo a otro se completa en apenas tres horas por sus razonablemente buenas carreteras. De ahí que sea recomendable apenas aterrizar en Denpasar, la capital, lanzarse a recorrer esta perla volcánica.

Mapa de Bali

En cuanto salga de la ciudad, el visitante comprobará que Bali es un enorme jardín cultivado donde los campos de arroz, ubicuos, refulgen como esmeraldas. Las ordenadas cuadrículas aprovechan cualquier resquicio de tierra para, escoltadas por elegantes palmeras cocoteras, convertirse en granero y postal de una isla ensimismada en su interior. Los extranjeros llegan a menudo a ella seducidos por la costa. Los balineses, en cambio, se acercan al mar solo acuciados por la necesidad y siempre con reticencia...

¡Qué buena introducción! ¿Les gustó? Espero que sí. 

Arribamos a la isla en un vuelo muy simpático de Indonesia Garuda Airlines: muy buen avión, vuelo super corto desde Singapur (de dos horas y poco), 30 kilos autorizados de peso de equipaje (no de cuerpos, que estamos empezando a ponernos como modelitos latinos que somos, como diría mi compadre Melcochita: ¡todo cachete brother!).

En el aeropuerto nos esperaba una camioneta–van Transfer que nos había enviado nuestra amiga Yuli de relaciones públicas del Hotel Meliá, quien la había contratado por una tarifa de US$ 20.00 para cuatro personas (un regalo).

Nuestra parada se dio a los 25 minutos, llegando al Gran Meliá Nusa Dúa Bali - que es un tremendo complejo hotelero en una de las más bonitas playas de la isla - hotel que tiene más de 500 habitaciones, 10 suites The Level (cada una con piscina y mayordomo privado) que es donde habíamos reservado y 10 Garden Villas (que son como nuestras suites pero para familias).

Vista de Nuestro Gran Meliá Nusa Dua de Bali

Nuestro check-in se dio en un ambiente privado al cual teníamos acceso por nuestra condición de huéspedes LEVEL. Ya se imaginarán: ¡a la media hora ya los habíamos dejado sin vodka! Qué tal vacilón ese check-in: la pasamos de pm.

Esa noche, después de planificar para el día siguiente un paseo chévere que les relataré más adelante, nos fuimos a cenar al restaurante Lotus en el que opíparamente dimos cuenta de unos cangrejos en salsa suave de ostión, amén de un rosario de especialidades balinesas que me dejaron en un santiamén en brazos de Morfeo, más rápido que volando.

Muy temprano por la mañana nos dedicamos a lo que mejor sabemos hacer en estos viajes, vale decir algo de buen ejercicio madrugador para despertar el apeto que siempre está latente, ya que demanda mucho trabajo... si me entienden lo que quiero decir.

Después de huevear y descansar en unas magníficas balinesas frente al mar, con dos mayordomos al pie para cumplir el mínimo deseo que, valga la redundancia, cumplieron sin pestañear, y previos masajes a los que algunos de nosotros no se pudieron resistir, alquilamos tres motos y nos fuimos a la aventura hacia la zona y playa de Kuta. Lo único que no planificamos es que fue una aventura de lo más intrépida, ya que manejar por más de una hora con un millón de motos y carros que se te cruzan por todos lados es misión imposible, literalmente, que logramos realizar pero que no les recomiendo (a menos que hayan recibido algún curso de Fórmula 1 o tengan brevete profesional de alta competencia) y menos dos en cada moto. ¡Es casi suicida!

Kuta Beach

Qué les puedo contar: solo que valió la pena la misión casi suicida. La playa es cuanto puedes esperar de este paraíso. La pasamos estupendamente, sentados esperando el sunset, haciéndonos masajes callejeros que incluyeron peluquería ambulante y buenas cervezas bien heladas Bintang (se las recomiendo, agarra como a la séptima). Ya bien entrada la noche emprendimos el regreso, por supuesto sin la más mínima idea de cómo retornar al hotel (lo mismo que a la ida). En un momento - y ya sorteando varios peligros - se nos perdieron Manolo y Flor, a los que encontramos después de un rato por buena suerte: la una en un taxi y el otro siguiéndola en la moto. Aprovechamos el momento todos para seguirlos hasta puerto seguro.

Esa noche cenamos todos juntos cocina indonesia, con excelente tertulia, matándonos de risa de lo locos que habíamos sido (tal cual opinó nuestra concierge, que solo atinó a comentar: ¡qué aventureros son! (Por no escribir aquí lo que realmente nos dijo cuando nos resondró).

Una Cervecita Bintang

Para la mañana siguiente habíamos contratado - y se los recomiendo, ya que una regla de este viaje es no tomar tours compartidos - un guía privado a la medida y enrumbamos a Ubud.

Ubud es una ciudad del interior de Bali, el punto ideal para visitar toda la isla. Podemos decir que es la ciudad de los artistas, sobre todo de la pintura. Existe un museo de un artista español Antonio Blanco, un Dalí a la balinesa. También existen muchos lugares para poder ver la danza balinesa; te dan folletos en español en los que te explican toda la obra y la representación.

Don Antonio Blanco

Nuestro paseo, además de ver las terrazas de plantaciones de arroz, incluyó un museo de pintura donde dejamos muchos chibilines, y otro de trabajos de madera donde cargamos con varios bellos budas y otros dioses como Ganesha que van a rendir sus favores en el counter de la línea aérea para evitar el sobrepeso... o al menos eso nos dijeron: que eran milagrosos (ya les comentaré). 

Paramos a almorzar en Warung Dewa Malen, en Gianyar. Allí nos regalamos dos Bebek Bengil (patos) que comimos en dos formas: asado y frito, que son las maneras en que los amantes de comer este plumífero consideran el non plus ultra. También sumamos Nasi Goreng, Bebek Goreng y Bare Ikan (que en buen castellano fueron platos típicos de arroz, fideos y rollos de papel de arroz rellenos de langostinos y verduras crujientes). Muy sabrosos. Total de la cuenta: US$ 100.00 por 6 personas, incluyendo cervezas y postre.

Existen también innumerables restaurantes de comida tradicional y de moderna cocina balinesa. Un lugar que les recomiendo - y muy frecuentado - es el Warung Ibu Oka, donde pueden comer el lechón asado estilo balinés. 

Si tienen ganas de gozar de otros buenos restaurantes, para que puedan seguir su ruta sibarita está el Kori y está el Poppies, que es de las mejores opciones aunque el lugar es un poco chic. Este restaurante ha adquirido su fama por la calidad de su comida y sus platos.

Otros que bien valen la pena son los siguientes: Kudeta Restaurante, Kisik (como el apellido de mi querido Ivan, que en paz descanse) que queda en el hotel Ayana, Hong Xing (fusión asiática), Bumbu Nusantara (genuina cocina indonesia), Bebek Bengil (para los amantes del pato), Opera Beach Club (Teppanyaki)... Todos localizados al costado del hotel Meliá Nusa Dua en el Bay Bali Mall.

Poppies

Como actividades hay mucho por hacer: paseos en elefante por US$ 86.00 por mitra y 25 minutos en el Lush Botanical Parlands & Luxury Lodge, o visitar el parque de los monos en Mandala Suci Wenara Wana (Ubud).

Nuevamente esa noche la dedicamos al hotel, a pasarla bien, y contratamos al mismo guía que habíamos utilizado (que se llama Kardi), quien habla español perfecto y nos cobró US$ 60.00 por 10 horas de paseo ¡para irnos al día siguiente a un tour de playas!

Comenzamos la mañana aterrizando en Padang Padang, tremedo paraíso de playa: es una pequeña cala a la que hay que descender desde la pista donde tienes pequeños puestos (chiringuitos) que te alquilan sombrillas y te proveen de cervezas al polo. Todo lo que tienes que hacer es vacilar en un mar cristalino de 25 grados de temperatura o más y no hacer nada salvo que te provoque surfear o hacer paddles (todos cumplimos: yo hasta me corrí una ola de tres metros... en mis sueños, por supuesto, pero todo vale ya que estamos de vacaciones).

Allí nos quedamos como dos horas y media para después proseguir a la siguiente playa de apellido Balangan Beach, donde fue similar salvo que la ola que surfeé ¡tenía cinco metros! Allí almorzamos comida de surfers: pura fibra y harta proteína, para recuperar las energías de tanto remar y tomar hartas olas... o cervezas, ya no recuerdo bien.

Balangan Beach

Esa noche nos citamos todos en Sakura, restaurante japonés en donde dimos rienda suelta a la imaginación. La verdad que cenamos muy bien, todo súper bueno y fresco, a lo que yo adjunté algunos platos de la cocina caliente japo, como el Katsudon (que es el chancho apanado) y lomo Wayuu con curry verde, que fue sublime al igual que los soft shell crabs que redondearon la cena bañados por un sake bien templado.

Qué más les puedo comentar: hemos estado cuatro días en Bali, que realmente es nada para conocer y apreciar en su real magnitud esta isla. Lo normal es dedicarle al menos unos veinte días, pero desgraciadamente tenemos una agenda con más ciudades que nos hace imposible quedarnos. Solo me queda aconsejarles que venir a Bali vale la pena, y quedarse más tiempo. Solo la he lamido, no me la he comido como hubiese querido. Pero como dijo mi amigo el General MacArthur: I SHALL RETURN!!!



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